La estrategia es algo que hacen otros
Hablar de estrategia genera cuanto menos, respeto. En nuestro imaginario colectivo si pensamos en personas decidiendo cosas importantes o definiendo “la estrategia” (así, en singular) probablemente nos viene a la mente un grupo de señoros de cierta edad vestidos con traje reunidos en una sala de muebles oscuros, sillones de piel y una mesa grande anclada al suelo en el centro.
La estrategia es de villanos y nosotros no somos villanos
Estos señoros conspiran alrededor de esa mesa para llenarse todavía más los bolsillos a costa de echar a la calle a un montón de personas inocentes. Solemos empatizar bastante con el grupo de personas inocentes que acabarán siendo despedidas (seguro que si no has sido tu la víctima inocente de algún ERE o similar tienes algún familiar o conocido que lo ha sufrido). Nos cuesta más empatizar con esos señoros que toman grandes decisiones al estilo del tío Gilito.
No es culpa nuestra que estemos tan polarizadas. Parte de ese imaginario colectivo que nos separa en villanos y víctimas, y que coloca el sombrero de villano a directivos con pinta de representantes del patriarcado más casposo nos lo ha traído el cine. El cine, ya sabemos, ha hecho mucho daño.
La otra parte de ese imaginario colectivo nos lo ha traído el patriarcado, encarnado efectivamente en algunos de esos señoros. El patriarcado, para qué nos vamos a engañar, también ha hecho mucho muuucho daño y esos señoros todavía viven entre nosotros y toman decisiones perversas sentados en sillones de piel piel.
Lo peor de todo
El mayor daño, sin embargo, es desterrar la estrategia de nuestra vida como si fuera algo malo, algo que hacen los malos. O como si fuera algo demasiado grande, difícil, complejo. O como si fuera algo ajeno, que hacen otros que están por encima, o que tienen ciertas competencias, o que se han formado en tal metodología… Todos pueden menos yo.
La silla de la víctima
Descartar la estrategia nos desempodera
Y si estamos desempoderados, es muy fácil que nos coloquemos en el rol de la víctima, una silla en la que nos sentamos a menudo y nos regodeamos (yo también, no os penséis que os hablo desde un lugar elevado, a la altura de los señoros que deciden cosas). Desde esa silla nos escucho quejándonos:
Sentarnos en esa silla hace que echemos pelotas fuera y responsabilicemos a otras personas (jefes, parejas, compis de equipo, otros departamentos, políticos, otras empresas del sector…) de nuestro día a día profesional, de lo poco que cobramos, de que la competencia lo hace mejor, de lo aburrida que está siendo esta reunión de Zoom, de lo poco motivadas que estamos, y de toda la lista de lloros de arriba.
La clave para evitar todo esto es, justamente, la estrategia
Bienvenida la estrategia
No importa cuál sea tu función, estoy segura (porque a mi me pasa) que tomas decisiones cada día.
Cada lunes.
Cada Septiembre.
Si te levantas de la silla de la víctima y te apropias de la palabra estrategia, seguramente tomarás mejores decisiones y ocurrirán cosas buenas. Para tu organización, para tu equipo, y para ti.
Da igual el cargo que ocupes: Puedes desarrollar una estrategia. Puedes tomar decisiones basadas en esa estrategia. Puedes iniciar cambios que incidan positivamente en tu trabajo, en tu equipo, en tu organización, en tu barrio. Sólo hace falta saber cómo hacerlo
Definamos Estrategia
Y hagámoslo descartando lo que NO lo es:
- Un objetivo no es una estrategia. No se trata de escribir la carta a los Reyes, sino el mapa que nos llevará al tesoro.
- Ojo con el objetivo que perseguiremos con nuestra estrategia (el tesoro que vamos a buscar). Debe ser un objetivo
- crítico (un punto palanca hacia un lugar mejor, algo que modifique algún aspecto de la realidad que nos está impidiendo crecer o que nos bloquea…) y
- realista (ojo con los unicornios). Un objetivo estratégico, igual que una estrategia, es un medio para un fin. El fin es el objetivo real y es algo grande: nuestro bienestar, el bienestar de nuestro equipo o la salud de nuestra organización.
- Recuerda: la visión de tu organización no es una estrategia. Ni los OKR, ni los principios de liderazgo tal que has leído este verano en el libro del gurú de turno (sí, yo también he leído y subrayado algún libro interesantísimo este verano, pero no es eso)
¿Entonces qué es Estrategia?
Richard Rumelt dice:
«Una buena estrategia es una acción coherente respaldada por un argumento, una mezcla eficaz de pensamiento y acción con una estructura básica subyacente llamada núcleo».
Una estrategia es básicamente un plan con sentido, que sigue una estructura determinada:
- Un diagnóstico que explica la naturaleza del reto al que nos enfrentamos. Un diagnóstico simplifica la complejidad de la realidad identificando algunos aspectos críticos. Es decir, resume “lo que está pasando” e identifica el problema que más necesita una solución.
- Una política orientadora que seguiremos para afrontar el reto. Una política orientadora es una señal con una flecha y un cartel que nos indica la dirección a seguir. El titular de “lo que vamos a hacer al respecto de ese reto que hemos identificado. El desde dónde.
- Un conjunto de acciones coherentes diseñadas para llevar a cabo la política orientadora. Una serie de pasos coordinados entre sí para seguir la dirección que nos hemos marcado. El plan: una lista de tareas claras sobre quién tiene que hacer qué y cuándo.
Pongamos un ejemplo:
Para un médico, el reto aparece como un conjunto de signos y síntomas que presenta un paciente, junto con un historial al que puede acceder desde su ordenador.
- A partir de los signos y síntomas que observa y que escucha del paciente, del historial médico del mismo, de su conocimiento y experiencia anterior hace un diagnóstico clínico, nombrando una enfermedad o patología. «Lo que está pasando es…»
- La política orientadora del tratamiento a seguir es el enfoque terapéutico elegido por el médico, que guiará el tipo de prescripciones específicas que le dará al paciente para tratar su enfermedad.
- Las prescripciones específicas del médico en cuanto a dieta, terapia y medicación son el conjunto de acciones coherentes que hay que emprender, el plan.
Pasa a la práctica
Ahora sabemos lo que no es y lo que es la estrategia. Sabemos que no es algo grandilocuente, espirituoso, impracticable. Podemos ponerla en práctica. Además, nos hemos dado cuenta de que pasamos mucho rato en esa silla desempoderada, quejándonos de nuestra realidad, culpando a otras personas, pensando que no podemos hacer nada por cambiar nada, y no queremos estar más en ella. Vamos a ello.
Entrenar el pensamiento estratégico probablemente va a suponer un reto si no estamos acostumbradas. Os invito a que sea vuestro primer reto a explorar «¿Como entreno mi pensamiento estratégico?» y a hacerlo con algunas preguntas guía (que puedes adaptar para otros contextos, si este reto no te motiva lo suficiente):
Diagnóstico: ¿Qué está pasando y cuál es el problema?
Política orientadora: ¿Qué tendríamos que hacer al respecto?
Plan: ¿Cuál es el plan?¿Quién debería hacer qué y cómo?
Si te animas, estaré encantada de leer tu experiencia en los comentarios.
Si quieres ir un paso más allá y tener esta conversación con tu equipo, desde El Camino del Elder os podemos acompañar en el entrenamiento del pensamiento estratégico, en la reflexión y en la planificación estratégica de vuestro equipo u organización. ¡No dudes en consultarnos!