La vida nos muestra continuamente situaciones en las que unas personas ejercen poder sobre otras y no siempre de una manera adecuada. En el entorno laboral no es raro que quienes tienen poder abusen de él, aunque no sean conscientes de ello. Por ejemplo, un jefe de proyecto que se queda con su equipo a hacer horas extras no deseadas y no pagadas puede pensar que los demás también se quedan por compromiso, cuando en realidad lo hacen porque tienen miedo a perder su puesto de trabajo. Una joven muy brillante puede acaparar el tiempo en las reuniones de equipo creyendo que es lo que los demás quieren, cuando en realidad no deja espacio para que otros intervengan, abusando así de su facilidad de palabra. El chico mono de la oficina consigue hacer siempre lo que le da la gana, sin ser consciente de que está haciendo un mal uso de su estatus de chico guapo y engatusador, con consecuencias negativas para el resto de sus compañeros.
En casi todo lo que hacemos el poder esta presente de una manera u otra y, aunque no nos demos cuenta nos afecta. El poder tiene implicaciones claras en la capacidad de una persona o grupo para asegurarse recursos básicos y conseguir aquello que desea. Tener o no tener poder tiene un impacto muy grande en cómo la gente siente, piensa y actúa.
Una visión muy amplia del concepto de poder lo define como la capacidad para conseguir lo que uno quiere, o para hacer que las cosas sucedan como uno quiere. Esta definición no implica necesariamente la idea de influencia o control sobre la vida de otras personas. Una persona o grupo puede tratar de conseguir lo que quiere sin buscar la sumisión de otras personas o grupos. En este caso, el poder se refiere a la capacidad agéntica de uno mismo, es decir la capacidad para llevar a cabo una acción y conseguir un resultado deseado (poder personal o ‘poder para’).
A diferencia del poder-para, el poder social (poder-sobre) sí busca la influencia, el control o la dominación de otras personas o grupos, “incluso cuando las personas afectadas se resisten a ella”. Este poder puede ser de 3 tipos, según la forma de influencia utilizada:
- Poder coercitivo: obtiene la sumisión de otras personas a través de amenazas y castigos.
- Poder compensatorio: obtiene resultados deseados a través de incentivos y premios.
- Poder condicionado: obtiene resultados influyendo en las creencias de las personas a través de la persuasión o la educación.
Relaciones de poder en sistemas vivos
En sistemas vivos sociales y estructurados es normal que los individuos compiten entre sí por alcanzar aquellas posiciones más ventajosas. Esta competición se manifiesta inicialmente como alguna forma de influencia mutua (suave o fuerte), pero sólo en algunos casos se mantiene en el tiempo. La mayoría de las veces, sin embargo, una parte cambia su comportamiento para ajustarlo a los deseos de la otra, lo cual puede ser de manera ocasional y consentida (acomodación) o de manera no consentida (sumisión). Pero también puede ocurrir que ambas partes renuncien a competir para adoptar una nueva forma de hacer y relacionarse que satisfaga a ambas (cooperación).
En el mundo natural existen numerosos ejemplos en los que la competición inicial deriva tanto en relaciones de dominación/sumisión como en relaciones de cooperación. En el primer caso, la aceptación del poder de otros (normalmente basado en características específicas como la fuerza, la inteligencia o una combinación de ambas) lleva a la creación de una jerarquía de dominancia, habitual en muchas especies animales (desde las avispas del papel a la mayoría de mamíferos y primates). En el segundo caso, nos encontramos con sistemas sociales igualitarios en los que las reglas que rigen el reparto de tareas y recursos son el resultado emergente de procesos de interacción en los que se da alguna forma suave de influencia (lo que ocurre en las abejas melíferas y primates como los bonobos).
Relaciones de poder en sistemas humanos
Los seres humanos participan como el resto de seres vivos en relaciones de influencia y poder, aunque en su caso las formas de influencia son mucho más variadas y sofisticadas. Crean igualmente jerarquías de dominancia (estatus) más o menos fuertes y/o estructuras sociales más o menos igualitarias con el fin de responder, a la vez, a la presión integradora del sistema y a la voluntad individual de autoafirmación. Los individuos que ocupan posiciones de más poder en tales estructuras también pueden abusar de ellas como hacen macacos o chimpancés. Tener más o menos poder también condiciona su capacidad de influencia y, por tanto, para asegurarse recursos básicos o conseguir aquello que desean. Y como en todos los sistemas vivos, a través de todos estos procesos en los que el poder juega un papel relevante, individuos y sistemas aprenden y evolucionan juntos.
Existen, por otra parte, importantes diferencias entre sistemas humanos y el resto de sistemas vivos. Además de la sofisticación en las formas de influencia y de una mayor diversidad en las fuentes de poder (que no se basan necesariamente en la fuerza), el poder en sistemas humanos tiene características totalmente novedosas que lo hacen singular. Tal vez la más relevante sea la existencia de jerarquías de dominancia grupales (y no sólo individuales, como ocurre en el resto de sistemas vivos). Algunos grupos tienen más poder que otros y sólo por pertenecer a un grupo poderoso, una persona tiene un poder (estatus atribuido) y unos privilegios que no tienen las personas de grupos menos poderosos.
Las sociedades democráticas actuales todavía conservan muchas de las reglas culturales que permitieron a los grupos poderosos afirmar su poder en el pasado sin necesidad de recurrir a la fuerza. La internalización de dichas reglas a través de la educación y la socialización hace difícil cambiarlas, al formar parte de la identidad de muchas personas, incluyendo aquellas más desfavorecidas.
Otra característica singular del poder en seres humanos es nuestra capacidad para llevar la competición más allá de sus límites naturales. Mientras que en los sistemas vivos sociales la competición forma parte de todo un conjunto de interacciones que, en la mayoría de los casos, son de tipo ritual y tienen como finalidad favorecer la integridad del sistema, bajo las reglas culturales de los sistemas de dominación, individuos y grupos han desarrollado formas de competición e influencia que pueden llegar a ser extremadamente violentas. La ruptura de los límites naturales de la competición, que incluyen el respeto por la vida y la dignidad del otro, ha tenido, y sigue teniendo, consecuencias terribles para los seres humanos, para las organizaciones y las comunidades.
El papel de la conciencia en las relaciones de poder
Los seres humanos cuentan con una conciencia muy desarrollada que les lleva a querer comprender el sentido o propósito último de todo lo que hacen. Su voluntad de autoafirmación no es ciega, como ocurre en otros sistemas vivos sociales. Los seres humanos quieren saber por qué hacen lo que hacen, y esto incluye por qué han de obedecer a quienes tienen más poder, a quienes gobiernan las organizaciones y comunidades de las que son parte. Esto lleva a una visión del poder como consentimiento que tampoco existe en otros sistemas vivos. En un sistema humano, dadas sus ventajas organizativas y adaptativas, existen posiciones de poder diferenciadas que son consentidas siempre que las personas que ocupan esas posiciones ejerzan su poder dentro de unos límites acordados (uso legítimo del poder). Si van allá de esos límites, si abusan de su poder, pueden ser castigadas o reprendidas por ello.
La conciencia nos permite, por otra parte, observar críticamente las relaciones de influencia y poder en las que participamos y corregirlas si es necesario, evitando abusos y avanzando hacia una cultura de mayor cuidado. Gracias a la conciencia, los seres humanos podemos crear grupos, equipos y organizaciones en los que el poder sea una capacidad al servicio de su propósito y no un instrumento para conseguir ventajas o mantener privilegios.
Para saber más, te invitamos a nuestra píldora formativa sobre…
- Evita tensiones y malentendidos por el uso inconsciente que haces de tu poder.
- Aprende a poner tu poder al servicio del equipo, a utilizarlo para apoyar a quien lo necesite.
Todas las personas tienen (algo de) poder (estatus), aunque no siempre es fácil reconocerlo. Es fundamental ganar consciencia de cómo se distribuye el poder (informal) en un grupo y de cómo utilizar el poder/estatus que tenemos para mejorar las relaciones y evitar abusos. En esta píldora te explicamos de dónde procede ese poder y cómo utilizarlo al servicio del grupo.
Objetivos
- Ganar conciencia de cómo se distribuye el poder (informal) en un grupo o equipo.
- Aprender a utilizarlo para mejorar relaciones, evitar abusos y generar confianza en el equipo.
Contenidos
- Dinámicas de poder en sistemas vivos
- El poder en sistemas humanos
- Los efectos del poder en las personas
- Teoría del estatus. Merecido y atribuido
- Fuentes de poder/estatus
- Abusos de poder. Deseos de venganza