¿Cómo extrapolar los valores de la participación ciudadana a las empresas?
Con las siguientes líneas queremos acercar la importancia y utilidad de tener presentes ciertos valores cuando hablamos de participación. Estos valores que aquí se citan son el fruto de varias conversaciones que se han dado dentro del marco de la participación ciudadana. Más concretamente, en el proceso participativo de un Ayuntamiento al que hemos acompañado desde El Camino del Élder. Sin embargo, estos valores pueden extrapolarse de igual forma a espacios participativos dentro del contexto empresarial y organizacional, y debieran ser también a nuestro entender la base de cualquier proceso colaborativo y de co-creación que se de en cualquier equipo de trabajo. Os presentamos los valores de la participación en empresas
Participación efectiva, de lo público a las empresas
Siempre que queramos iniciar un proceso participativo deberemos considerar que no basta con un listado de valores, propuestas y un buen marco estructural. En un proceso de participación, también en nuestras empresas e independientemente de su objetivo, serán necesarios recursos y compromiso. El compromiso de la parte que impulsa la participación, y el compromiso de quiénes en él participan. Compromiso con el proceso de principio a fin, y con su papel como agentes de cambio.
Algo que definió la importancia del proceso del que nacen los valores que hoy traemos es que éstos se dibujaron de forma participada. Es decir, no fueron valores impuestos por la organización del proceso de participación, sino que nacieron del grupo de personas que participaron. Esto en sí mismo es una potente llave para este compromiso. Puesto que resulta mucho más fácil comprometernos con nuestros propios valores que con aquellos que nos son ajenos. En este caso estos valores definieron la esencia de la propuesta final de este grupo: Confianza, bien común, diversidad, escucha, e información. Valores que nacen de una forma emergente, como resultado de múltiples conversaciones y que se destilaron posteriormente.
Confianza y participación
La confianza nos aporta grandes cosas en nuestras relaciones. Pero no sólo en nuestros equipos o relaciones interpersonales. La confianza es necesaria para devolver a la población la credibilidad en la participación. También en su poder para influir en el diseño y en las formas de hacer los lugares donde habitan, trabajan, colaboran o son partícipes. Esto implica que la confianza sea bidireccional. Se necesita la confianza en el porqué de los procesos participativos y en el trasfondo que empuja a sus impulsores a generar espacios de participación. Creer en la buena fe del proceso, en las intenciones de quiénes la promueven. Traspasar la creencia de que se hace participación porque está de moda o porque “toca”. Así como al medio ambiente se practica el greenwashing, ayuntamientos, empresas u otros organismos abren a veces procesos de participación sobre decisiones ya tomadas. Es fundamental terminar con esta creencia, desde la coherencia primeramente. Para ello entra en juego la otra dirección de la confianza. Aquella que va de los órganos de gobierno hacia las personas para la que gobiernan o dirigen. Confiar en su criterio y en las necesidades que les llevan a hacer una propuesta u otra, a ocupar una u otra posición frente a un tema concreto. Una forma de demostrar esa confianza es dotando a la participación de un carácter más vinculante. Es decir, que las propuestas se conviertan en decisiones. Evidentemente esto podrá darse siempre y cuando las propuestas estén dentro de los marcos legales establecidos, sean técnicamente viables y atiendan al bien común.
El bien común como bandera
El bien común se estableció en este proceso como estandarte de todos los procesos promovidos, de todas las propuestas planteadas y de toda acción posterior. La participación no puede bajo ningún concepto ponerse al servicio de intereses personales, sectoriales o particulares. La participación es la vía para alcanzar y trabajar por el bien común. Es decir, trabajar con el objetivo de que las propuestas nazcan con una clara vocación de servicio. Esto implica a TODAS las personas que conforman un equipo, una empresa, una entidad o una ciudad. Pero ojo, también a otros grupos de interés que conforman la comunidad donde estemos operando. Es fácil definir el bien común como algo delicado y subjetivo. ¿Cuándo es “bien” para todas las personas y cuánto puede abarcar lo común? No es una cuestión que pueda resolverse de forma individual, tampoco un grupo reducido de personas expertas. Sin embargo, sí es algo que puede concretarse con la presencia de las personas que representan el común. Activando la participación en empresas y en espacios públicos. Cuantas más personas, más de común tendrán las propuestas. Cuanta más diversidad de voces más veraz será el concepto de bien común. Poder mirar un mismo asunto desde distintos lugares será la clave para ello.
La participación no puede bajo ningún concepto ponerse al servicio de intereses personales, sectoriales o particulares
Diversidad: considerando la dignidad humana
La diversidad no sólo es la vía para acercarnos a la máxima del bien común. También representa una actitud que muestra consideración a la dignidad humana. Respetar, acoger y promover la diversidad significa reconocer los derechos de todas las demás personas y actuar conforme a esos derechos. Por tanto, si entendemos la participación ciudadana como el ejercicio más directo y personal de la democracia, el dêmos, el pueblo, ha de estar presente en los procesos participativos, o al menos representado. De igual modo tendría que ser en otros procesos. No podemos hacer la transformación cultural de una empresa si no contamos con la participación o representatividad de todas las personas que la conforman. Desde la junta directiva, el patronato, el consejo de administración hasta la persona de la cadena de montaje, de reparto, de atención directa o del departamento administrativo. Se ha de velar siempre porque todas las voces estén presentes. Abrir los espacios a todas las personas independientemente de sus conocimientos, edad, género, religión, etnia, origen, orientación sexual, capacidades, ideologías… Todas las personas tienen una mirada que aportar y una voz que traer en el marco de la participación. No cabrán por tanto en este futuro procesos sesgados, que reduzcan la participación a un grupo selecto de personas o entidades que saben de un tema o que tienen más acceso a la información por el hecho de estar en un nivel de dirección o coordinación.
Escucha para cuidar la diversidad y la confianza
No es posible acoger, respetar y promover la diversidad sin un ejercicio de escucha. Escuchar significa abrirse sin juicio a lo que la otra parte trae. Es comprender lo que es importante para esa persona en su mensaje y, sobretodo, comprender su necesidad y su petición al respecto. Bajo esta definición la escucha no solamente tiene valor desde el cuidado de la diversidad. En este proceso se trajo como elemento clave para recuperar la confianza en la participación y en los gobiernos locales. Si las personas no se sienten escuchadas en los procesos de participación, ni en las tomas de decisiones, ni en las calles, ni en las redes, ni en las consultas, ni en sus propuestas, ni en nada que afecte a su vida diaria… ¿Cómo se va a regenerar/mantener esa confianza? En el marco de la participación ciudadana la escucha debería ser un deber constante de la representación política electa, pues no se deja de ser representante tras el escrutinio.
La información: de primero de participación y empresas
Participación, cambio y transformación van de la mano. Como nos contaba nuestro compañero Ulises, la información equivale a transformación, y es seguramente la forma más elemental de hacer partícipe a la población de los asuntos públicos y municipales. También de los asuntos que atañen en influyen en nuestros espacios de trabajo u otros de los que formamos parte. Ejercer la transparencia, hacer accesible la información y facilitar las vías para que sea posible estar al tanto de lo que acontece en materia de gestión, municipal o de otra índole, es de primero de participación. Aunque en este contexto la información adquiere una dimensión mayor. En este proceso no se habló de informar por informar, sino también de hacer llegar la información, yendo más allá de ponerla a disposición, y también de cuidarla. Es decir, garantizar canales y medios de comunicación suficientemente diversos como para llegar a las personas que tienen acceso digital a la información y a las que no. Del mismo modo, cuidar la información también pasa por enviar mensajes claros, concisos y comprensibles a todas las personas, sea cual sea su nivel de conocimiento sobre la materia. Y también por presentar la información de una manera atractiva y que invite a mantenerse informado.
Participación, valores y cultura organizacional en empresas
En base a estos valores podría construirse un futuro para la participación bastante inclusivo y efectivo. Como el dibujado en el proceso del que nace este listado. Sin embargo la intención siempre ha de permear al papel. Cabe al respecto rescatar las palabras de una participante del proceso en una de las sesiones celebradas: “de nada sirve tener un buen reglamento y una norma elaborada si no se empodera a la población, y de nada sirve tampoco si no se mantiene el interés y la voluntad de hacer partícipe a la población de la gestión de su municipio”. Igualmente pasa en en contexto laboral y en las empresas, de nada sirve plasmar esto en un protocolo concreto, o en todos. Tampoco forrar las paredes con carteles y mensajes que aluden a estos valores. Estos han de alcanzar el nivel de la cultura organizacional y extenderse a todas las personas que conformen la organización. Se pueden adaptar y acoger estos los valores de la participación ciudadana para empresas, pero sabemos que no es fácil. Si en tu organización existen dificultades o dudas para hacer esto, desde El Camino del Elder podemos ayudaros! Contacta con nosotras y pon la participación en el lugar que se merece.