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Educar para la colaboración

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Un reciente estudio publicado por The Hechinger Report afirma que mientras la colaboración y el trabajo en equipo son habilidades fuertemente demandadas por empresas y organizaciones, una gran mayoría de estudiantes en facultades y escuelas de negocios (en Estados Unidos) terminan sus estudios sin haber desarrollado estas habilidades, bien por falta de oportunidades para practicarlas o por falta de interés. Los datos del informe son impactantes: un 87% de participantes en la muestra afirman haber recibido ninguna o escasa formación en cómo llevar a cabo un proyecto trabajando en equipo de una manera que sea a la vez efectiva y placentera. Y lo más sorprendente, casi la mitad (49%) de las personas entrevistadas afirman no tener interés en el trabajo en equipo, con un porcentaje todavía mayor si nos circunscribimos a estudiantes mujeres. Aunque los datos son de Estados Unidos, cabe plantearse si esta tendencia, que se ha visto agravada con la pandemia, no habrá llegado también a estos lares. 

El informe hace algunas recomendaciones a profesores, universidades y organizaciones sobre cómo “preparar mejor a la fuerza laboral del mañana para una participación más eficaz y entusiasta en el trabajo en equipo”. 

1. Profesores. Acompañar la formación sobre colaboración y trabajo en equipo con un trabajo real en equipo a través de proyectos de diferente índole en los que poder practicar de inmediato lo aprendido. Entre las ideas que es necesario conocer y practicar cabe destacar:

  • Definir objetivos compartidos para cada proyecto.
  • Cotejar expectativas en torno a la comunicación (canales a utilizar, frecuencia de los contactos, capacidad de respuesta, etc.) 
  • Definir roles y responsabilidades, incluyendo una planificación clara y fácil de seguir en relación con quién ha de hacer qué y para cuándo. 

2. Universidades. Ofrecer a sus estudiantes oportunidades reales para aprender a colaborar y trabajar en equipo, sea dentro del plan de estudios propio, a través de centros profesionales o como cursos independientes complementarios.
Un desafío previsible es la falta de capacidades colaborativas entre los propios profesores. Muchos académicos evitan por completo la colaboración y prefieren hacer las cosas a su manera. La falta de experiencia es una dificultad para comunicar desde el conocimiento vivido qué funciona bien en el trabajo colaborativo y por qué.

3. Empresas y organizaciones. Proporcionar a las personas recién llegadas unas pautas claras de cómo se trabaja en equipo en la empresa y ofrecer oportunidades para practicarlo, a poder ser con cierto apoyo inicial. Fomentar el desarrollo profesional en la dirección de perfeccionar estas habilidades críticas. 

Desafortunadamente el informe no indaga en las causas que llevan a tantos jóvenes a rechazar o subestimar el trabajo en equipo y se limita a afirmar que la situación se ha agravado con la pandemia al hacer más difícil “la coordinación de los proyectos y la rendición de cuentas de los miembros del grupo”. El trabajo colaborativo es sin duda un gran reto para muchas personas, poco preparadas para sostener y afrontar desde el interés, el respeto y el cuidado un espacio relacional sometido a profundas y delicadas relaciones de influencia y poder que no siempre nos dejan bien parados. Que este rechazo sea mayor entre las mujeres bien podría deberse a la poca capacidad de los equipos mixtos para entender, visibilizar y dar una respuesta adecuada a unos juegos de poder en los que las mujeres, si no se hace nada por evitarlo, llevan las de perder. 

Por otra parte son muchas las razones para fomentar el trabajo colaborativo en equipo, dada su capacidad para una gestión más efectiva, y normalmente más creativa, del flujo de información y energía que recorre toda organización. En un mundo cada vez más complejo, cambiante e incierto la capacidad de una persona para manejar información, tomar decisiones, planificar o realizar un determinado trabajo es muy limitada, además de conllevar una carga pesada y difícil de sostener que termina generando un gran estrés. Reflexionar, indagar, decidir, planificar y ejecutar son actividades que se llevan a cabo más fácilmente y con más éxito en el marco de un equipo entrenado para ello. Los nuevos modelos organizacionales apuntan claramente en esta dirección, convirtiendo a los equipos en las unidades básicas de pensamiento y acción. Ahora bien, para que estas propuestas funcionen se necesitan, por una parte, personas y equipos entrenados en el arte de la colaboración (un tema en el que queda mucho trabajo por hacer) y, por otra, personas capaces de apoyar y sostener los complejos procesos relacionales que se dan en todo equipo, especialmente en su proceso de desarrollo y maduración. Esto es, se necesitan líderes facilitadores. 

Las organizaciones humanas han de afrontar considerables retos en los próximos años, tanto ambientales como sociales. El trabajo en equipo y la colaboración (entre personas y entre entidades) son elementos imprescindibles para superar estos retos con éxito. Al abrazar la cultura de la colaboración y llevarla a las personas que trabajan en ella y a otros grupos de interés, una empresa no sólo se halla en mejores condiciones para prosperar en un entorno cada vez más complejo, se convierte también en un agente de transformación social, un agente con capacidad para incidir positivamente en las personas en el camino hacia una mejor sociedad. Ojalá que cada vez más empresas y organizaciones se unan a una corriente global que, en diferentes formas, apuesta por traer conciencia, propósito y valores a un espacio en el que tantos jóvenes completan con el trabajo su proceso de desarrollo, no sólo como profesionales en su ámbito o sector, también como personas y ciudadanos.

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